Los Cuatro Mapas
de Elliot Scott
Una vez iniciada la destrucción por la gran catástrofe
primera, los hundimientos parciales continuaron sin interrupción deshaciendo el
continente con acción lenta, pero segura.
Hubo cuatro
grandes catástrofes superiores a las demás en intensidad.
La primera
acaeció en la edad miocena, hace 800.000 años poco más o menos. La segunda, que
fue de menos importancia, sucedió hace cosa de 200.000 años. La tercera,
ocurrida hace 80.000 años, fue muy grande; destruyó todo lo que quedaba del
continente atlante, a excepción de la isla a la que Platón dio el nombre de
Poseidón, la cual a su vez, se sumergió en la cuarta y última gran catástrofe,
9.564 años antes de la Era
cristiana.
Ahora bien;
el testimonio de los más antiguos escritores y las investigaciones científicas
modernas afirman de consuno la existencia de un antiguo continente que ocupaba
el lugar de la perdida Atlántida.
Antes de
entrar en la narración que nos proponemos, conviene echar una ligera ojeada
sobre las fuentes generalmente conocidas que suministran pruebas de lo dicho.
Estas pueden agruparse en cinco clases:
l) Los datos aportados por los sondeos del mar:
2) La distribución de la fauna y de la flora;
3) Las semejanzas de lenguaje y tipo etnográfico;
4) La semejanza de arquitectura, creencias y ritos
religiosos; y
5) El testimonio de los antiguos escritores, de las
tradiciones antiguas de las razas y de las leyendas arcaicas sobre el diluvio.
Ocioso seria
repetir las historias del diluvio una por una; es suficiente decir que en la India , en Caldea, Babilonia,
Media, Grecia, Escandinavia y China, así como entre judíos y celtas, la leyenda
es completamente idéntica en todo lo esencial.
Y volviendo
al Occidente ¿qué encontramos? La misma historia en todos sus detalles,
conservada por los mexicanos, (cada una de cuyas tribus tenía su versión), por
los guatemaltecos, peruanos habitantes de Honduras, y por casi todas las
tribus indias de la América
del Norte. Sería pueril sostener que en una mera coincidencia esté la
explicación de esta identidad fundamental.
Con la
siguiente cita del famoso manuscrito Troano que existe en el Museo británico y
que ha traducido Le Plongeon, pondremos término a esta parte del asunto. El
manuscrito Troano parece haber sido escrito hace unos 3.500 años entre los
mayas del Yucatán. He aquí la descripción que hace de la catástrofe que
sumergió la isla de Poseidón: «En el año 6 Kan, en el undécimo Muluc del mes
Zac, hubo terribles terremotos que siguieron sin interrupción hasta el décimo
tercio Chuen. El país de los montículos de lodo, la tierra de Mu, creció;
elevada por dos veces, desapareció durante la noche, sacudidas sin cesar las
profundidades por fuerzas volcánicas. Faltando a éstas la salida, hundían y
elevaban la tierra en diferentes sitios.
Según se
verá por el segundo mapa, la catástrofe de hace 800.000 años operó grandes
cambios en la distribución de tierras en el globo. El gran continente aparece
despojado de sus regiones septentrionales, y el resto quedó roto. El continente
americano, entonces en vías de crecimiento, está separado por un brazo de mar
de su tronco el continente Atlante; y ya éste no comprende tierra alguna de las
que hoy existen, sino que ocupa gran extensión del Atlántico, desde los 50
grados de latitud Norte, hasta unos pocos grados al Sur del Ecuador. Los
hundimientos y elevaciones en otras partes del globo habían sido también considerables;
las islas británicas, por ejemplo, forman ya parte de una inmensa isla que
abraza también la península escandinava, el Norte de Francia, todos los mares
comprendidos entre estos territorios, y alguna parte de los mares exteriores.
Las dimensiones de los restos de Lemuria han disminuido, mientras que Europa,
África y América han aumentado en extensión.
El tercer
mapa muestra los resultados de la catástrofe de hace cerca de 200.000 años. Con
excepción de los rompimientos en los continentes atlántico y americano, y de la
inmersión del Egipto, se observará de cuán menor importancia, relativamente,
fueron los hundimientos y elevaciones de terrenos en esta época; y ciertamente
el hecho de que esta catástrofe no ha sido considerada siempre como una de las
grandes, aparece bien claro de la cita que hemos hecho del libro sagrado de los
guatemaltecos, donde sólo se menciona tres de aquel grado. Sin embargo, la isla
escandinava aparece ya unida al continente. La Atlántida se ha partido
en dos islas, las cuales llevaron los nombres de Ruta y Daitya.
Los efectos
estupendos de la convulsión acaecida hace 80,000 años, están de manifiesto en
el cuarto mapa. Daitya, la más pequeña y meridional de las dos islas susodichas
ha desaparecido casi del todo, y de Ruta queda solamente la isla relativamente
pequeña de Poseidón. Este mapa fue hecho hace 72,000 años, y representa sin
duda con exactitud la superficie terrestre desde este período acaecieron
menores mudanzas.
Nótese que
los contornos terrestres habían comenzado entonces a tomar, en general, la
apariencia que hoy día tienen, aunque las islas británicas estaban aún unidas
al continente europeo, el mar Báltico no existía, y el desierto de Sahara
formaba parte del lecho del Océano. Un Manu, simiente de la especie humana,
traza el progreso del tipo que sucesivamente corresponde a cada raza, y otro
Manu, que es la raíz, se encarna realmente en la nueva raza como guía y
maestro, para dirigir su desarrollo y asegurar su mejoramiento”.
Sin
perjuicio de seguir la historia de esta raza a través de los cuatro períodos
representados por los cuatro mapas, es oportuno hacer las siguientes
divisiones: Origen de las diversas subrazas y territorios que habitaron;
Instituciones políticas de cada una de ellas; Sus emigraciones a otras partes
del mundo; Artes y ciencias que cultivaron; Usos y costumbres; Florecimiento y
decadencia de sus ideas religiosas.
El período
representado por el mapa número 1, manifiesta la superficie terrestre según
existía hace un millón de años; pero la raza Rmoahal nació hace de cuatro a
cinco millones de años, período en el cual existían aún extensas porciones del
gran continente meridional de Lemuria, mientras que la Atlántida no había
adquirido las proporciones que íntimamente alcanzó. La parte de la raza Rmoahal
que se conservó pura, entró en las penínsulas al Nordeste, próximas a Islandia,
donde habitaron por generaciones sin cuento, adquiriendo gradualmente un color
más claro, a tal punto, que en la fecha del primer mapa, la encontramos
constituyendo un pueblo de relativa belleza.
Sin entrar
en la cuestión de los diversos movimientos de la tierra, ni en los varios
grados de excentricidad de su órbita, en cuya combinación se ha creído ver a
veces la causa de los períodos glaciales, es un hecho -por cierto ya reconocido
por algunos astrónomos- que cada 30,000 años sobreviene una época glacial de
las menores. Además de éstas, hubo dos ocasiones en la historia de la Atlántida , en que el
cinturón de hielo no asoló únicamente las regiones del Norte, sino que invadiendo
la mayor parte del continente, forzó a todos los seres vivos a emigrar hacia
las tierras ecuatoriales. La primera vez ocurrió en los días de los rmoahales,
hace tres millones de años, y la segunda durante el predominio de los toltecas,
850.000 años antes de nuestras edades.
Los
Tlavatlis o segunda subraza, tuvieron origen en una isla situada a corta
distancia de la costa occidental de la Atlántida. Este
sitio está marcado en el primer mapa con el número 2. De allí se extendieron a la Atlántida , ocupando las
regiones centrales, y gradualmente subieron al Norte, hacia las costas que
caían frente a la
Groenlandia. Físicamente , eran una raza vigorosa y dura, de
color rojo oscuro, pero no tan altos como los Rmoahales, a quienes empujaron
más aún hacia el Norte. Fueron siempre un pueblo aficionado a la vida de las
montañas, y su principal asiento estuvo en las comarcas montañosas del
interior, las cuales, comparando los mapas 1 y 4, se verá que tenían
aproximadamente los contornos de lo que al cabo llegó a ser isla de Poseidón.
En el período del primer mapa poblaron también, como se ha dicho, las costas
septentrionales, y con el tiempo, mezclados con sangre tolteca, habitaron las
islas occidentales que en su día formaron parte del continente americano.
La cuna de
la raza Tolteca puede verse marcada en el primer mapa con el número 3. La
subraza cuarta, o turania, tuvo su origen a la banda oriental del continente, y
al Sur del país montañoso habitado por el pueblo tlavatli. Este lugar está
marcado con el número 4 en el primer mapa. Situadas al Oeste y al Mediodía del
país montañoso de los tlavatlis, fueron su morada. Esta subraza apareció en los
territorios montañosos que formaban la más meridional de las dos penínsulas
situadas al Norte del continente, la cual, como ya hemos visto, está hoy
representada por Escocia, Irlanda y algo de los males que las rodean. El sitio
está marcado con el núm.5 en el primer mapa.
La cuna de
los Acadios que formaron la subraza sexta, podrá encontrarse indicada en
el mapa segundo; pues esta raza nació, después de la gran catástrofe de hace
800.000 años, en la tierra que estaba al Este de la Atlántida , hacia el
punto medio de la gran península, cuya extremidad Sudoeste se extendía hasta
casi tocar aquel continente. El lugar referido puede colocarse aproximadamente
en el grado 42 de latitud Norte y el 10º de longitud Este.
No se
contuvieron los acadios por mucho tiempo dentro del territorio en que habían
nacido, sino que invadieron el entonces ya disminuido continente de la Atlántida. Riñeron
con los semitas muchas batallas por mar y tierra, y por ambas partes se
emplearon escuadras numerosas. Finalmente, hará cosa de 100.000 años, vencieron
por completo a los semitas, y desde entonces una dinastía acadia, establecida
en la antigua capital semita, gobernó el país sabiamente por muchos cientos de
años.
Los mongoles, o séptima
subraza, parece que fueron los únicos que no tuvieron contacto alguno con el
continente atlante. Nacidos en las llanuras de la Tartaria (según indica el
número 7 en el segundo mapa), en las cercanías de los 63° de latitud Norte y
140° de longitud Este, fueron retoño directo de descendientes de la raza
turania a quienes gradualmente reemplazaron en la mayor parte del Asia. Esta
subraza se multiplicó con exceso, y, aun en el día, la mayor parte de los
habitantes del globo pertenecen a ella etnográficamente, si bien muchas de sus
divisiones se hallan matizadas por tan varios modo con sangre de otras razas
anteriores que apenas si pueden distinguirse de ellas.
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