LA ATLÁNTIDA
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Samael Aun Weor, caballero tigre. |
La
civilización atlante todavía no ha podido ser superada por nuestra tan
cacareada civilización moderna. Conocieron la energía atómica y la utilizaron
en la guerra y la paz. La ciencia
atlante tuvo la ventaja de estar unida a la magia; se fabricaron robots extraordinarios, cierto tipo de
elementales superiores controlaban dichos robots que, dotados así de
inteligencia, parecían seres humanos y servían fielmente a sus amos. Cualquier
robot podía informar a su dueño de los peligros que le acechaban y, en general,
sobre múltiples cosas de la vida práctica.
Tenían
los atlantes máquinas tan poderosas y maravillosas, como aquella que
telepáticamente podía transmitir a la mente de cualquier ser humano preciosa
información intelectual. Las lámparas atómicas iluminaban los palacios y
templos de paredes transparentes. Las naves marítimas y aéreas fueron
impulsadas por energía nuclear.
Los
atlantes aprendieron a desgravitar los cuerpos a voluntad. Con un pequeño
aparato que cabía en la palma de la mano, podían levantar cualquier cuerpo por
pesado que éste fuera.
Dios Neptuno |
El
dios Neptuno gobernó sabiamente la
Atlántida. Era de admirarse y verse el templo sacratísimo de este santo
dios. Las paredes y muros plateados de dicho templo asombraban por su belleza y
las cúpulas y techos eran todos de oro macizo y de la mejor calidad. El marfil,
el oro, la plata, el latón, lucían dentro del templo de Neptuno con todos los
regios esplendores de los antiguos tiempos. La gigantesca escultura sagrada del
muy venerado y muy sublime dios Neptuno era de oro puro toda. Aquella inefable
estatua misteriosa, montada en su bello carro arrastrado por exóticos corceles
y la respetable corte de cien nereidas, infundían en la mente de los devotos
atlantes profunda veneración.
Las
ciudades atlantes fueron florecientes mientras sus habitantes permanecieron
fieles a la religión de sus padres, mientras cumplieron con los preceptos del
dios Neptuno, mientras no violaron la ley y el orden. Pero cuando las cosas
sagradas fueron profanadas, cuando abusaron del sexo, cuando se mancharon con
los siete pecados capitales, fueron castigados y sumergidos en el fondo del
océano.
Los
sacerdotes de Sais dijeron a Solón: "Todos cuantos cuerpos celestes se
mueven en sus órbitas sufren perturbaciones que determinan en el tiempo una
destrucción periódica de las cosas terrestres por un gran fuego".
El
continente atlante se extendía y orientaba hacia el austro y los sitios más
elevados hacia el septentrión, sus montes excedían en grandeza, elevación y
número a todos los que actualmente existen.
Destrucción de la Atlántida |
La famosa historia del
Diluvio Universal, cuyas versiones se encuentran en todas las tradiciones
humanas, es simple recuerdo de la gran catástrofe atlante.
Todas
las enseñanzas religiosas de la América primitiva, todos los sagrados cultos de
los incas, mayas, aztecas, etc., los dioses y diosas de los antiguos griegos,
fenicios, escandinavos, indostanes, etc., son de origen atlante. Los dioses y diosas citados por Homero en
la Ilíada y la Odisea, fueron héroes reinas y reyes de la Atlántida.
La
Atlántida unía geográficamente a la América con el viejo mundo. Las antiguas
civilizaciones indoamericanas tienen su origen en la Atlántida. Las religiones
egipcia, inca, maya, etc., fueron las primitivas religiones atlantes. El
alfabeto fenicio, padre de todos los alfabetos europeos, tiene su raíz en un
antiguo alfabeto, que fue correctamente transmitido a los mayas por los
atlantes. Todos los símbolos egipcios y mayas provienen de la misma fuente y
así se explica la semejanza, demasiado grande para ser casualidad. Los atlantes
tenían un metal más precioso que el oro, se llamaba "orichalcum".
La
catástrofe que acabó con la Atlántida fue pavorosa. No cabe duda alguna que el
resultado de violar la ley es siempre catastrófico. La época de sumersión de la
Atlántida fue realmente una era de cambios geológicos. Emergieron del seno
profundo de los mares otras tierras firmes que formaron nuevas islas y nuevos
continentes.
Algunos sobrevivientes de la
catástrofe atlante se refugiaron en el pequeño continente llamado Grabonzi, hoy
África, el cual aumentó de tamaño y extensión debido a
que otras áreas de tierra firme, que emergieron de entre las aguas vecinas, se
sumaron al mismo.
El
Golfo de México antiguamente fue un hermoso valle. Las islas de las Antillas,
las Canarias, España, son pedazos de la sumergida Atlántida. El antiguo mar de
Kolhidius, situado al noroeste del continente recién formado entonces y
conocido como Ashhartk (Asia), cambió de nombre y hoy se conoce con el nombre
de Mar Caspio. Las costas de este Mar Caspio están formadas por tierras que al
emerger del océano se unieron al continente de Asia.
El
Asia, el Mar Caspio y todo ese bloque de tierra junto, es lo que hoy en día se
conoce con el nombre de Cáucaso. Dicho bloque en aquellos tiempos se llamó
Frianktzanarali y más tarde Kolhidishissi, pero hoy en día, repito, se llama
Cáucaso.
Por
aquella época había un gran río que fertilizaba toda la rica tierra de
Tikliamis y que desembocaba en el mar Caspio. Ese río se llamaba entonces
Oksoseria y todavía existe, pero ya no desemboca en el Mar Caspio debido a un
temblor secundario que lo desvió hacía la derecha.
El
rico caudal de agua de ese río se precipitó violentamente por la zona más
deprimida del continente asiático, dando origen al pequeño Mar de Aral Pero el
antiquísimo lecho de ese viejo río, llamado ahora Amudarya, todavía puede verse
como sagrado testimonio del curso de los siglos.
Después de la tercera gran
catástrofe, que acabó con la Atlántida, el antiguo país de Tikliamis con su
formidable capital, situada a orillas del mencionado río, fue cubierto con
todos sus pueblos y aldeas por arena y ahora es sólo un desierto.
Por
aquella época, desconocida para un César Cantú y su Historia Universal, existía
en Asia otro bello país, conocido con el nombre de Marapleicie. Este país comerciaba con Tikliamis y hasta existía entre ellos mucha competencia comercial.
Más tarde este país de Marapleicie vino a tomar el nombre de Goblandia, debido a la gran ciudad de
Gob.
Goblandia y su poderosa
ciudad de Gob fueron tragadas por las arenas del desierto. Entre las arenas del
desierto de Gob se hallan ocultos riquísimos tesoros atlantes, poderosas
máquinas desconocidas para esta raza aria. De cuando
en cuando las arenas dejan al descubierto todos esos tesoros, pero nadie se
atreve a tocarlos, porque el que lo intenta es muerto instantáneamente por los
gnomos que los cuidan. Sólo los hombres de la gran sexta raza Koradi, que en un
futuro habitarán este planeta, podrán conocer esos tesoros y eso a cambio de
una conducta recta.
Muchos comerciantes de perlas
se salvaron de la catástrofe atlante, refugiándose en Perlandia, país conocido
como la India.
Los
estudiantes ocultistas se llenan de profundo horror cuando revisan los archivos
akashicos de la naturaleza y encuentran hechos como el que relatamos a
continuación:
Los
estudiantes recuerdan a aquella bella mujer llamada Katebet, la de los tristes
recuerdos, reina de los países del sur del sumergido continente y a la poderosa
ciudad de las puertas de oro.
Realmente
no existe en la historia de los Borgia y Médicis perversidad semejante. Esa
bella mujer cautivaba con su belleza y nigromancias, seducía con sus encantos a
príncipes y reyes, fascinaba con sus embelesos. Muchos adolescentes y niños
fueron inmolados en nombre de las tenebrosas entidades del mundo inferior.
La
medicina sacerdotal atlante descubrió por aquella época lo que hoy podemos
llamar científicamente opoterapia humana, es decir, la aplicación a los
enfermos y caducos de los jugos glandulares de pituitina, tiroidina,
adrenalina, etc., etc.
Los
médicos sacerdotes no sólo utilizaban la química de dichas glándulas
endocrinas, sino también la hiperquímica de tales glándulas, los fluidos
psíquicos vitales de los chacras o centros magnéticos del cuerpo humano,
íntimamente relacionados con tales centros endocrinos. Las víctimas de la
inmolación, después de ser retiradas de las piedras de sacrificio, eran
llevadas a ciertas cámaras secretas, donde los sacerdotes médicos extraían de
los cadáveres las preciosas glándulas endocrinas, tan necesarias para conservar
el cuerpo de la reina fatal, con todo su encanto y la belleza de una juventud
que soportó el peso de los siglos, muchos siglos.
Lo
más espantoso de aquello era que los sacerdotes, después de extraer las
glándulas de los cadáveres, arrojaban éstos a las fanáticas muchedumbres
envilecidas que sedientas se los devoraban. Así esos pueblos se volvieron antropófagos.
Reflexionando
sobre todas estas cosas, nos espantamos, nos horrorizamos, mas todas estas
barbaries se quedan pequeñas, parecen hasta ridículas, si se les compara con
las atrocidades de la primera y segunda guerras mundiales, con las espantosas
explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
Toda
la barbarie atlante resulta insignificante comparada con las cámaras de gas,
donde millones de personas, mujeres, niños y ancianos, despojados de sus
vestiduras, murieron en la más infinita desesperación. Nos horrorizamos de la
bestialidad atlante, pero mil veces más horrorosos fueron los bombardeos de
Londres, los campos de concentración, la horca, las ciudades destruidas por las
criminales bombas, enfermedades, hambre y desesperación.
Nunca
antes en la historia hubo perversidad más grande que la de esta quinta raza
aria, caduca y degenerada. Así como la Atlántida se sumergió con todos sus
habitantes en el fondo de los océanos, así también esta raza aria será
destruida y de ella no quedará ni la ceniza.
Que
se sepa de una vez y para siempre que de todo esto que la humanidad tanto
estima y admira no quedará piedra sobre piedra.
SAMAEL AUN WEOR
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