Hortensia
Galvis
Para los científicos de nuestro tiempo la historia geológica de la Tierra es un libro abierto.
Allí está escrito que en 4.5 millones de años la Tierra ha pasado, por lo
menos catorce veces, por inversiones de sus polos magnéticos. Para llegar a
estas conclusiones los científicos investigan las capas geológicas, donde
existen sedimentos correspondientes a las distintas edades del planeta. Lo que
antes fue lava, contiene todavía minerales que conservan su alineación
magnética original, que puede medirse con la tecnología del radio carbono. Así
se sabe que la última inversión de los polos magnéticos ocurrió en el año 13.200 AC , y se sospecha
que esta fecha coincide con el hundimiento de la Atlántida, su última isla conocida como Poseidonis.
El campo magnético de la Tierra
se origina en el núcleo incandescente de hierro en el centro de la Tierra. La velocidad de
rotación de este núcleo es variable, y según ésta se incremente o desacelere,
los campos magnéticos se manifestarán con mayor o menor intensidad. A más
velocidad en la rotación, corresponde un campo magnético más fuerte, y a menor
velocidad de giro, un campo magnético más débil.
En el ciclo actual, el punto de máxima intensidad del campo magnético se
alcanzó hace 2000 años, mientras que, en nuestros días, el campo magnético ha
venido debilitándose. Y lo hace en progresión geométrica: mientras más rápido
cae, con más velocidad sigue cayendo.
En una escala de 1 al 10, siendo 10 la medida de magnetismo más fuerte, en 1996
estábamos en 1.5 y ahora nos encontramos por debajo de 1. Este indicador nos
muestra que estamos en la antesala de una inversión de los polos magnéticos,
que, según los entendidos, puede ocurrir en cualquier momento. Cuando esto
ocurra, el campo magnético, que antes nos protegía de la radiación solar y
estelar también desaparecerá. Permaneceremos en un estado nulo de magnetismo
por aproximadamente tres días y luego nuestro planeta comenzará a girar, pero
en sentido contrario. Los polos se habrán invertido: el norte se habrá cambiado
en sur, y el sur en norte. Hay que advertir que este cambio se da solo a
niveles electro-magnéticos, y que no se trata de que la Tierra vaya a dar
físicamente un bote de 180 grados.
Durante los tres días en que la
Tierra permanezca inmóvil, la mitad del planeta quedará de
cara al sol y tendrá un día muy largo, y la otra mitad observará una noche
prolongada. Hay narraciones antiguas que relatan una experiencia similar, y que
nos hacen sospechar que esta inversión polar se vivió en la Tierra en un tiempo más
reciente al anteriormente anotado. La
Biblia cuenta que Josué “mandó parar el sol”. También papiros
del antiguo Egipto narran que una vez hubo un día muy largo en el que el sol
salió primero por occidente y se ocultó por oriente, y luego, sin que mediara
la noche, salió por oriente y se ocultó por occidente. Desde los antípodas en
el Perú, se cuenta con el testimonio de los antiguos Incas, quienes por la
misma época experimentaron una noche muy larga en la que “no hubo amanecer por
más de veinte horas”.
Los tres días en que la Tierra
permanezca quieta serán los más sagrados que haya vivido el hombre desde su
creación. Tres días necesitó el maestro Jesús para convertir su carne mortal en
cuerpo de luz, y ese mismo tiempo necesitará nuestra materia densa para vivir
el proceso de resurrección, esta vez sin necesidad de haber tenido que pasar
por la experiencia de la muerte. Al planeta de todas formas le corresponde
ascender y situarse en la escala evolutiva como mundo de cuarta dimensión. Pero
el proceso de ascensión de los humanos es asunto individual y de libre
elección. Lo lograrán quienes para entonces hayan creado su propia zona nula, esto
es: cero en miedos y reacciones emocionales. Y hayan hecho la inversión polar
correspondiente, con la brújula interna calibrada según los valores del
espíritu; y no con el norte apuntando a la búsqueda del poder, la fama y el
dinero.
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